lunes, 2 de febrero de 2009

Hombres Blancos en el Caribe antes de la llegada de Colon






Hombres Blancos en el Caribe antes de la Llegada de Colon.






El 12 de diciembre, costeando al norte de la actual Haití, tiene lugar un suceso que llena de admiración a la marinería de la Niña y de la Santa María. Otro hecho que, naturalmente, no sorprende al astuto Colón. Al desembarcar en una ensenada que el Almirante denominó De la Concepción, varios de los exploradores acertaron a establecer contacto con un nutrido grupo de indios. Pues bien, entre ellos descubrieron varios hombres y mujeres blancos. «Hombres y mujeres jóvenes -dicen- tan blancos como los de España...»¿Cómo era posible? ¿Hombres y mujeres blancos entre los caribeños?Días después, en un paraje próximo que Colón bautiza como valle del Paraíso, los expedicionarios vuelven a encontrar otro poblado. Y en él, de nuevo, hombres y mujeres «harto blancos, que si vestidos anduvieren serían cuasi tan blancos como en España».
¿Hombres y mujeres blancos en América antes de Colón? ¿Cómo era posible? (Isla de la Juventud, Cuba.)
La misteriosa presencia de gente blanca se repetiría en el segundo y tercer viaje de Colón. En el sur de Cuba, por ejemplo, un ballestero que se adentró en tierra con ánimo de cazar se vio sorprendido por un grupo de indios entre los que destacaban tres individuos blancos, vestidos con sendas túnicas blancas. El ballestero se encontró tan súbitamente con dichos hombres con túnicas que, por un momento, pensó que se trataba de frailes de la Trinidad. Según cuentan Bernáldez, Hernando, Anglería y Bartolomé de las Casas, nadie consiguió explicar satisfactoriamente la presencia de aquellos hombres blancos entre los naturales. Y el ballestero huyó aterrorizado sin atender las llamadas del hombre de la túnica cumplida que, al parecer, le reclamaba a voces.En esa misma isla de Cuba, el citado De las Casas recoge una insólita leyenda taína: los naturales decían tener reciente memoria de la llegada a la isla de La Española (el Cipango de Colón) de unos hombres blancos y barbados, iguales a los españoles, pero desembarcados antes que los hombres del Almirante. No mucho antes...
Colón sabía que los hombres de la carabela se habían mezclado con las indias. Por eso no se sorprendió al contemplar blancos en el Caribe. (La Habana.)
También en el tercer viaje colombino (1498), Colón y su gente descubren otros hombres y mujeres blancos entre los nativos del golfo de Paria, en lo que después sería Venezuela. «Gentes amabilísimas -escriben los cronista- que nos recibieron como si nos conocieran de antiguo.»Los conquistadores españoles quedaron asombrados, sí, pero no el Almirante. Él sabía por el piloto anónimo que la tripulación de aquella carabela había permanecido uno o dos años con los indios de la región. Y sabia igualmente que los predescubridores se mezclaron con las indias. Ésta, sencillamente, era la explicación a la insólita presencia de hombres y mujeres blancos. Una presencia confirmada por los indios taínos de Cuba cuando se referían a «hombres blancos y barbados».



La Leyenda del Piloto Desconocido



El profesor Juan Manzano pone el acento en los relatos que en el siglo XVI y XVII hicieron, respectivamente, el licenciado Baltasar Porreño y Gonzalo de Illescas. Esas literaturas nos hablan de “un cierto marino, cuyo nombre hasta ahora no se sabe ni de dónde partió ni qué viaje llebava, mas que andava por el Mar Océano de Poniente…”. El dicho marino, al parecer, se vio zarandeado en medio de su travesía por una tormenta de las legendarias, las que hunden a uno en el fondo del mar o le elevan al mundo de los dioses. Al parecer, a este hombre tuvo la segunda de esas suertes, pues fue a parar a un mundo “fuera de toda conversación y noticia de lo que los marineros savian (…), adonde vio por los ojos tierras extrañas nunca vistas ni oídas”. ¿Qué oficio desarrolló allí aquella tripulación? Nada sabemos. ¿Fueron ellos los que vieron y cataron aquellas perlas de las que Colón parecía prendado? Tal vez, pero el caso es que por muy bellas y fértiles que fueran las tierras a las que arribaron, a los hombres les gustan siempre más las suyas propias, aunque sean más yermas, de modo que un indefinido tiempo después se hicieron a la mar con la buena suerte, porque eso fue y no desgracia, que otra tormenta la tramó con ellos y llevó al anónimo explorador a la isla de Madeira, donde estaba entonces el vivillo Colón, en cuyos brazos expiró el desdichado piloto no sin antes contar cuantos secretos marítimos aquella mortal aventura le había reportado. ¿Dónde pudieron encontrar inspiración esos autores de los siglos XVI y XVII? Pues lo cierto es que ya antes que ellos otros habían deslizado pistas de interés para construir una historia así. Por ejemplo, Gonzalo Fernández de Oviedo (Historia General y Natural de las Indias, Sevilla, 1535) legó lo siguiente a las generaciones venideras: “Quieren decir algunos que una carabela que desde España pasaba para Inglaterra (…) le sobrevinieron tales e tan forzosos tiempos, e tan contrarios, que hobo necesidad de correr al Poniente tantos días, que reconosció una o más de las islas destas partes e Indias (…) e que después le hizo tiempo a su propósito y tornó a dar la vuelta…” Oviedo relata la muerte de toda la tripulación y añade: “dícese que, junto con esto, que este piloto era tan íntimo amigo de Cristóbal Colón (…) y en mucho secreto dio parte dello a Colom, e le rogó que hiciese una carta y asentase en aquella tierra que había visto” ¿Quién era este desconocido marino? ¿De qué tierra partió? ¿Dónde le encuentra Colón? Según algunos, era andaluz y Colón se tropieza con él en Madeira; según otros, era vizcaíno y el futuro Almirante le encuentra moribundo en Cabo Verde o en Porto Santo.

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