domingo, 21 de junio de 2009

El Diamante del Capitolio







El “kilómetro cero” de Cuba se encuentra ubicado en El Capitolio de La Habana, un edificio construido en 1929 por el arquitecto Eugenio Raynieri Piedra destinado a albergar y ser sede de las dos Cámaras del Congreso o cuerpo legislativo de la República de Cuba. Está situado en el centro la capital del país, La Habana. Cuando fue disuelto el Congreso, comenzó a ser la sede del Ministerio destinado a Centro de Congresos y Exposiciones. Abierto al público, es uno de los centros turísticos más visitados de la ciudad. Constituye el segundo punto más alto de La Habana después del monumento a José Martí situado en la Plaza de la Revolución.(civica)
El edificio tiene un diamante de 25 kilates embutido en el piso de granito del Salón de los Pasos Perdidos, justo en centro mismo de la cúpula y a los pies de la Estatua de la República. Según se cuenta, el diamante perteneció al último zar de Rusia, Nicolás II, y se le otorgaban poderes curativos. Este diamante marca el punto kilométrico cero de las carreteras cubanas.
A pesar de estar protegido por un sólido cristal tallado considerado irrompible, el diamante fue robado en 25 de marzo de 1946 y recuperado el 2 de junio del año siguiente.








¿Dónde está el diamante?
José Antonio Fornaris.








LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Todos los cubanos hemos oído hablar del diamante del Capitolio Nacional. Pero para los que no saben nada del tema les diré que éste puede ser un relato de "érase una vez". Como introducción debo agregar que el primero de abril de 1926, siendo presidente de la república el general Gerardo Machado Morales, comenzaron las obras de ese majestuoso edificio, que sería la sede del poder legislativo. Cinco años después, el 24 de febrero de 1931, se entregó de forma oficial el Capitolio al Congreso de la República.
A parte de su majestuosidad, el Capitolio tenía un atractivo adicional, un brillante de 25 kilates que se instaló en el piso del Salón de los Pasos Perdidos, debajo y en el centro mismo de la cúpula.
De ese diamante se dijo que perteneció al último zar de Rusia, y que tenía facultades curativas y poderes mágicos. Independientemente de todo eso, en el Capitolio tenía un uso práctico, pues marcaba el punto cero de la carretera central de Cuba.
La gema estaba, aparentemente, bien asegurada al piso de granito, y protegida con un grueso cristal. Pero el 25 de marzo de 1946 fue robada, y algo más de un año después, el 2 de junio de 1947, apareció, se afirma, en la mesa del despacho del presidente Ramón Grau San Martín (1944-1948), y de inmediato retornó a su sitio en el Capitolio.
Nunca se supo quién fue el ladrón, pero recientemente, el periodista investigador Rolando Aniceto Ramos afirmó en una peña denominada "Tradiciones habaneras" que él realiza el tercer miércoles de cada mes en áreas del hotel Inglaterra, que quien sustrajo el diamante fue el teniente de la policía especial del Ministerio de Educación Abelardo Fernández González, conocido como "El mosquito".
Aniceto dijo que "El mosquito" pudo realizar el robo porque esa noche había sido clausurada una exposición de arte auspiciada por el Ministerio de Educación, la cual estaba instalada en el Salón de los Pasos Perdidos, y que ese individuo, precisamente por su condición de policía de ese ministerio, participaba del cuidado de la exposición, y que seguramente se quedó escondido dentro del Capitolio.
Dos cosas, afirmó el colega, ayudaron a que ese hombre realizara el robo. Una, que el cristal que protegía al diamante estaba quebrado, ya que otro policía, con el fin de demostrarles a unos turistas que el cristal era irrompible, le dio un fuerte golpe con el tacón del zapato, quebrándolo. Este hecho -dijo Aniceto, las autoridades lo mantuvieron en secreto.
La otra es que existía la leyenda de que el fantasma de Clemente Vázquez Bello, muerto en un atentado unos años antes, se paseaba por el Salón de los Pasos Perdidos y los guardias nocturnos del Capitolio evitaban ir por esa zona.
Rolando Aniceto dijo también en su peña que "El mosquito" (que estuvo preso por un hecho de sangre) le confesó a su compañero de prisión, el ex soldado Emilio Valderrama, prisionero por conspirar contra el presidente Grau, que él había sido el autor del robo del diamante.
Agregó que "Segundo Curtis Messinas, quien fue ministro de Gobernación y de Defensa en la época de Grau, y representante a la Cámara, quien murió hace tres años en La Habana, me corroboró que Abelardo Fernández González, alias "El mosquito", había sido el autor del robo del diamante".
El diamante, según este investigador, tenía un precio de 25 mil pesos, una cantidad alta para la época, lo que dificultaba encontrar un comprador, además del riesgo de venderlo. Así las cosas -según Aniceto Ramos- el ministro de Educación de Grau corrió la voz entre los bajos fondo de que él daría 5 mil pesos por el diamante y no se tomarían represalias contra el ladrón. De esa forma el ministro recuperó el diamante y se lo entregó al comandante del ejército Pablo Suárez, ayudante del presidente Grau San Martín.
El diamante estuvo en el Capitolio hasta 1973, año en que fue sustituido por una réplica, al parecer con la buena intención de protegerlo de otro robo.
Varios de los asistentes a la peña quisieron saber dónde está actualmente el famoso diamante. "En el Capitolio dicen que está en el Banco Central", respondió el colega investigador.
A mí también me han dicho en el Capitolio, actualmente sede del Ministerio de Tecnología y Medio Ambiente, que el diamante está en el Banco Central. Pero hace unos cuatro años, a raíz de un artículo que titulé "El diamante que se perdió dos veces", me comuniqué telefónicamente con varios departamentos del Banco Central, y nadie sabía de la existencia del diamante. Algunos de los que me respondieron se "desayunaron" con la afirmación del Capitolio de que la gema estaba en el Banco Central. A su vez, alguien, en uno de los departamentos de ese banco, ante mis averiguaciones, me preguntó si yo era coleccionista de diamantes.
En 1946 el diamante fue robado y regresó al Capitolio. Pero ahora, ¿dónde está el diamante? Tal vez Aniceto Ramos, que parece ser un buen periodista investigador, pueda continuar sus pesquisas para que nos haga saber dónde está o qué han hecho con ese diamante, que es patrimonio de la República de Cuba.

miércoles, 10 de junio de 2009

El Tearo Alhambra y Rachel

El Teatro Alhambra
Herminio Huerta.






Canción de Rachel.


Miguel Barnet
Narra la vida de una mujer, Rachel, la vedette que hizo delirar las noches del afamado Teatro Alhambra en los años de la belle époque cubana. La historia supera el espacio de las tramoyas vernáculas del Alhambra para desnudarnos en el escenario de otro tiempo. Hombres de teatro, libretistas, coristas, bailarines, prostitutas, chulos, empresarios y otros personajes completan el monólogo central de una rutilante puesta en escena de pasión, amor, odios y fatalismos.

Rachel existió. Su verdadero nombre era Amalia Sorg, hija de húngaros: la madre, mujer de la vida fácil; el padre, su padrote.
"De todas las vedettes del Teatro Alhambra era la más sensual, la más sicalíptica. La conocí de 88 años, en 1969. Se ponía unos tacones muy altos, pelucas, maquillaje exagerado. Me enamoré de ella, un amor platónico, y ella de mí, no tan platónicamente",
Miguel BarnetNació en El Vedado, La Habana, (Cuba), en 1940. Hizo estudios de antropología social. Ha sido galardonado con la Distinción por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier y la beca John Simon Guggenheim. Su novela Gallego ha sido llevada al cine y sobre Biografía de un cimarrón ha compuesto una ópera Hans-Werner Henze.

Alhambra:
Josefina Ortega

El teatro se fundó en la esquina de Consulado y Virtudes, y era, según el inefable Eduardo Robreño, un «caserón de una sola planta», propiedad del catalán José Ross, y en donde estaba un taller de herrería al que le sobraba espacio.
El catalán había decidido poner en ese espacio sobrante primero un gimnasio —que fracasó—, luego un salón de patinaje —que corrió peor suerte— y finalmente un teatro, a sugerencia de un coterráneo con chispa para las buenas empresas.
La idea del teatro fue en un principio algo peregrina, pues considerado como teatro de «verano», a la usanza madrileña, estrenó obras del género chico español.
Pero al parecer arrancó con no mucha fortuna el Alhambra, el 13 de septiembre de 1890, porque con tales características intentó competir con el ya famoso Albisu, un teatro situado a pocas cuadras, aunque la prensa hablara de que el nuevo teatro fuera un lugar «bonito, esté bien situado, y tiene sobre todo la ventaja de ser muy fresco…».
Necesitó casi diez años de infortunio, en los que perdió hasta el nombre, para que en 1900, en manos de un pequeño grupo de locos al teatro, el Alhambra por fin diera el salto de sus cenizas para volver —con todo y nombre— a la palestra por 35 años.
Federico Villoch, un libretista ya famoso, un escenógrafo llamado Miguel Arias, y José López Falco, quien con el seudónimo de Pirolo se destacaba como actor cómico, fueron los encargados de sacar adelante el proyecto.
La mulata, el negrito, el gallego, y otros roles más o menos pródigos, sostuvieron el andamiaje de lo que se llamaría el mejor bufo cubano.
Regino López
Lo absolutamente cierto es que los nombres que integraron la «nómina actoral» del Alhambra, son parte de un patrimonio que trasciende la memoria:Regino López, su hermano Pirolo y Robreño; con el tiempo Acebal y Anckerman, y más acá en el tiempo el inolvidable Arredondo, fueron algunos de aquella estirpe inimitable.
El 18 de febrero de 1935, el propio Arredondo asistiría a uno de los primeros síntomas de decadencia del Alhambra, y salvará la vida por un «pelín», al desplomarse parte de vestíbulo en el sitio donde estuviera parado segundos antes.
Larga es la historia cruzada de detractores y promotores del Alhambra desde entonces, y a veces todavía hoy; pero casi 103 años después, pudiera recordarse el parlamento que recitara un actor en las tablas de su escenario, como la mejor autodefensa:
«El artista es siempre bueno si obras en francés nos trajo, Aunque llegue al desenfreno…
¡Qué en francés nada es obsceno
y en Tacón* nunca hay relajo!»



*Tacón era el nombre de otro teatro de la época, también en La Habana, famoso y bien mirado, a donde iba la clase dominante, «destacado por su lujo y majestuosidad, superando a algunos de los principales teatros europeos de su época», cuyos dueños se preciaban de llevar a escena lo mejor y más serio del repertorio universal.

 
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