jueves, 1 de octubre de 2009

La Calabacita


La Calabacita.
Herminio Huerta
A Jorge Ramon y Daisy




Hace algunos años la televisión Cubana realizo un corto en el cual una simpática calabacita, con una almohada se paseaba por los tejados de los pueblos y regaba lucecitas, que les producía sueño y ponía a dormir a los niños, todo esto acompañado de una dulce melodia cantada por Miriam Ramos, una magnifica cantante cubana, después se hizo una versión más moderna cantada por Liuba María Hevia.
De donde salió esta idea?
La TV alemana tenía un personaje que era un duendecito pero que en vez de regar lucecitas echaba arena mágica y dormía a los niños, claro conociendo a nuestros niñitos cubano nuestra calabacita no podía regar arena pues se corría el riesgo de que un niñito dejara ciego a su hermanito al tratar de dormirlo. Ustedes saben lo inquieto que son los niñitos Latinos, por eso se decidió cambiar la arena por lucecitas mágicas.
El animado se pasaba todos los días a las 8pm. Claro que ningún niño en Cuba se acuesta a esa hora. Pero las mamas le decían a los niños.
-Acuéstate que ya paso la Calabacita!
Y santo remedio, los niños seguían despiertos y jugando por no decir jod…
El cubano tomo el personaje para sus burlas.
Cuando tenían sueño decían. –Me cogió la Calabacita.
También a Fidel entre tantos sobrenombres le pusieron “La Calabacita”. Por que cuando daba un discurso de esos largos ponía a dormir a todo el mundo.
Así es nuestro pueblo. No deja pasar una.
Y de tanto hablar de la Calabacita me entro hambre y los dejo con una rica receta de Calabaza.






Flan de Calabaza






1 ½ libras de calabaza



1 lata de leche condensada



2 tazas de agua



1 pedazo de canela en rama



¼ cucharadita de sal



6 cucharadas de maicena



¾ taza de azúcar



1 cucharita de vainilla
Pele la calabaza y póngala a salcochar hasta que se ablande. Mezcle la leche condensada con el agua. Ponga a hervir la mitad de la mezcla de agua y leche con canela y sal. Mezcle el resto con la maicena, azúcar y calabaza reducida a puré. Añádale la leche caliente y páselo todo 2 o tres veces por un colador fino. Póngalo a cocinar revolviendo hasta que espese. Viértalo en un molde bañado con caramelo y déjelo enfriar bien hasta que cuaje antes de sacarlo. Da para 8 raciones. Si desea usar leche fresca en vez de leche condensada, utilice 3 tazas de leche, suprima el agua y aumente la cantidad de azúcar a 2 tazas. Si usted no tiene maicena, puede hacerlo con harina. Aumente la cantidad de harina en relación con la maicena indicada. Esta receta por ejemplo se hace con 12 cucharadas de harina.

El Medico de Napoleon y Cuba





Francisco Antonmarchí.



Ultimo médico que atendiera a Napoleón, residió en Cuba y aquí falleció en 1838 víctima de la fiebre amarilla. Sus restos reposan en el osario del panteón de la familia Portuondo, a la entrada del cementerio de Santa Ifigenia.
Además de sus valores personales y profesionales, a Antonmarchí le correspondió el sitio en la historia de haber visto expirar a Napoleón Bonaparte; a los cubanos, que decidiera su final en esta Isla que lo acogió y cuida de sus mortales restos
La veracidad de este hecho fue confirmada en 1994 por el doctor Antonio Cobo Abreu, especialista en medicina legal de esa ciudad oriental, quien procedió a la identificación, y así se dio a conocer en el Festival del Caribe, que habitualmente se celebra en esa ciudad, aquella vez precisamente dedicado a los pueblos de habla francesa.
La identificación legal se hizo a partir de una caja rectangular de plomo de 70 x40 centímetros, sellada y con la única inscripción E.P.D., que no correspondía a ningún miembro de la familia mencionada. Las estructuras óseas encontradas en el interior del recipiente evidenciaron que se trataba de un individuo europoide de aproximadamente 50 años que medía 1,92 metros al fallecer, suceso que ocurriera hacía más de un siglo. Una pintura que se conservara del rostro de Antonmarchí permitió realizar comparaciones con el cráneo encontrado y se demostró la coincidencia entre la forma de la cara, la separación de las cuencas oculares y los rasgos característicos del mentón y la nariz. Un elemento definitorio fue la gran estatura del personaje. Luego del trabajo investigativo y la certificación legal, los restos fueron preservados embadurnándolos con barniz y depositados nuevamente en el osario del panteón de la familia Portuondo.
El doctor Francisco Antonmarchí había nacido en la francesa isla de Córcega, el 6 de julio de 1789, y se hizo médico en la Universidad de la italiana ciudad de Florencia. Particularmente se destacó por la publicación de dos atlas anatómicos, su labor al frente de la cátedra de Medicina de ese centro de estudios superiores, así como por sus investigaciones acerca de las enfermedades tropicales, currículum que le valió para llegar a ocupar un puesto como médico en la nómina del ejército imperial francés.
Al abdicar Napoleón como emperador, Antonmarchí salió de París y se unió a él hasta acompañarlo en 1815 en la batalla de Waterloo. Una vez derrotado y refugiado en la isla de Santa Elena, Bonaparte quedó sin su médico de cabecera y Antonmarchí fue aceptado para sustituirlo, función que cumplió desde el 18 de septiembre de 1819 hasta el 5 de mayo de 1821.
Al morir Napoleón, Antonmarchí se trasladó a Polonia, país en el cual se desempeñó como cirujano; estuvo más tarde un tiempo en Italia y luego de pasar por Francia decidió trasladarse a América. En este continente residió primero en los Estados Unidos de América, en el sureño estado de Louisiana, y posteriormente pasó a México.
Proveniente de tierras aztecas, llegó Antonmarchí a La Habana en los primeros meses de 1837. Entre los valiosos objetos que con sumo cuidado traía consigo, estaban el molde de la mascarilla que había hecho a Bonaparte momentos después de que falleciera, y las memorias del emperador. De La Habana partió hacia Santiago de Cuba al encuentro de su primo hermano, el dueño de cafetales Antonio Benjamín Antonmarchí y Chaigneas, radicado en la villa de El Cobre, cercana a esa ciudad.
A los pocos meses de haberse establecido allí, la comunidad santiaguera reconoció muy pronto los valores profesionales del Médico de Napoleón como la mayoría le denominaba, utilizando sus útiles y prestigiosos servicios, por lo que la noticia de su fallecimiento el 3 de abril de 1838, conmovió a todos. El cadáver del galeno fue depositado en la iglesia de Santo Tomás y se le dio sepultura en el cementerio de Santa Ana, en la bóveda familiar del marqués de las Delicias de Tempú, uno de sus pacientes. En el traslado de todos los restos de este panteón hacia el nuevo cementerio de Santa Ifigenia, fueron colocados junto a los de la familia Portuondo, que luego ostentó el marquesado de Tempú, sitio donde fueron identificados hace pocos años.

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
27 de Junio

El 27 de junio es la fiesta de esta hermosa advocación de la Santísima Virgen María relacionada con un antiguo icono oriental, del siglo XIII o XIV, de autor desconocido y que, se estima, reproduce la pintura de Nuestra Señora hecha por San Lucas, el Evangelista, hace casi dos mil años.
En el cuadro se muestra a la Virgen con el Niño Jesús, quien observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. Esta imagen nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su amor y cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen, nuestra Madre, ama, cuida y socorre a todos sus hijos que acudimos a ella con plena confianza.
Durante siglos, la imagen original se veneró en Constantinopla (hoy Estambul, Turquía) como reliquia milagrosa, hasta que fue destruida por los musulmanes en 1453, cuando los turcos conquistaron la ciudad. Tiempo después, durante ese siglo XV, la bella copia de la pintura perdida de Nuestra Señora se encontraba en manos de un comerciante, cristiano piadoso y devoto de la Virgen María, que deseaba evitar a toda costa que el cuadro se destruyera como tantas otras imágenes religiosas que corrieron con esa suerte durante la expansión musulmana hacia occidente.
Para escapar con ella se embarcó rumbo a Roma; pero ya en el mar se desató una violenta tormenta que puso en grave peligro al barco en que viajaba. Cuando ya todos a bordo se preparaban para lo peor, el mercader sostuvo en alto el icono de Nuestra Señora implorando socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro: la tormenta cesó de inmediato y las aguas se calmaron. Todos llegaron a Roma sanos y salvos. Luego, este devoto comerciante profetizaría que llegaría el tiempo en que en todo el mundo se veneraría a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, tal como sucede hoy.
Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir cercana la muerte, desde su lecho llamó a su amigo de más confianza y le rogó que le prometiera que se encargaría de colocar la pintura de la Virgen en una iglesia ilustre para que fuera venerada públicamente. Aunque el amigo no cumplió la promesa por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen, la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia, sino para que fuera venerada por todo el mundo.
Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia. El hombre discutió varias veces con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se salió con la suya burlándose de él, diciéndole que alucinaba. Un día, después de la muerte del esposo, la hijita de la familia, de seis años, vino hacia su madre apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia.
La mamá de la niñita prometió obedecer a la Señora; pero una vecina ridiculizó todo lo ocurrido e intentó convencer a su amiga de que se quedara con el cuadro, animándola a no hacer caso de sueños y visiones. En cuanto terminó de decir esto, comenzó a sufrir dolores tan terribles, que creyó que moriría allí mismo. Entonces invocó a Nuestra Señora pidiendo perdón y ayuda. La vecina tocó la pintura con corazón contrito, la Virgen escuchó su oración y fue sanada instantáneamente. Ahora urgía a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.
Con la intención de cumplir, ahora sí, con el mandato de Nuestra Señora, la viuda se preguntaba en qué iglesia debería poner la pintura, cuando volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán. Esa iglesia romana era la de San Mateo Apóstol.
Los monjes Agustinos, encargados de dicho templo, después de investigar todos los milagros y circunstancias relacionadas con la imagen, dispusieron que fuera llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. Durante la procesión, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colocaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amada y venerada por todos los fieles de Roma, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.
En 1798, Napoleón y su ejército tomaron la ciudad de Roma. Con soberbia satánica, exilió al Papa Pío VII y destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, que quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, logró poner a salvo el cuadro.
La imagen permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada, en una pequeña capilla de los Padres Agustinos hasta que, a instancias del Papa Pio IX, se trasladó en entusiasta y multitudinaria procesión solemne a la iglesia de San Alfonso, construida por los Padres Redentoristas sobre lo que había sido la iglesia de San Mateo, atendiéndose así el deseo de Nuestra Señora de que esta imagen suya del Perpetuo Socorro fuera venerada entre la Iglesia de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán. Y allí se encuentra hasta el día de hoy.
En Cuba.
Se tiene la costumbre de colocar la imagen detras de la puerta de entrada a la casa, esto es con el fin de que la virgen la proteja y de seguridad en cuanto a vienestar y tranquilidad a la familia.

 
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