Parque de la Fraternidad
Uno de los espacios urbanos más populares de la capital cubana es el Parque o Plaza de la Fraternidad Americana.
El Parque de la Fraternidad, como se conoce en la actualidad, comprende un conjunto de pequeños y grandes parques, emplazados en el área delimitada por las calles Monte, Dragones, Prado y Amistad. Sin embargo, esta área de la ciudad, tan transitada hoy día, durante siglos fue un sitio poco frecuentado por los habaneros. Se cuenta que fueron terrenos cenagosos y de manglares, y luego zona de estancias con abundante arbolado.Hacia 1790 se convierte en campo de ejercicios militares y a partir de un proyecto del ingeniero belga Agustín Cramer es ampliado en 1793. Esta función le otorgó cierta jerarquía dentro del espacio urbano de la ciudad colonial, a pesar de ofrecer aún una imagen agreste, en tanto sus alrededores cambiaban de aspecto con los nuevos poblamientos.El Obispo Espada es quien mejora su iluminación, arbolado y trazado; correspondiéndole al Capitán General Don Miguel Tacón (1834-1838) superar estas modificaciones al incluir la zona, conciente de su excelente ubicación y centralidad, dentro de su programa de embellecimiento de la ciudad. Tacón reforma el Campo de Marte delimitando su perímetro al colocar una reja de hierro y remodelar su interior.
Según la arquitecta Felicia Chateloin: “Al polígono militar la abrió majestuosas puertas en cada punto cardinal, coronadas por escudos de armas, y las denominó con los nombres de relevantes figuras; a la entrada principal le dio su nombre, comportamiento lógico de todo buen megalómano.” Así llamó a la del Norte, Cortés; a la Sur, Pizarro; a la del Este, Tacón; y a la del Oeste, Colón.En el Campo de Martes, el portugués Matías Pérez hizo su última ascensión, en 1886, con su globo - La Villa de París-.A finales del siglo XIX la historia de este sitio habanero se vio grandemente enriquecida: el 1 de mayo de 1890, a pesar de la poca organización del proletariado y la difícil condición del estatus colonial, los obreros capitalinos celebraron por vez primera en el mundo, el Día Internacional de los Trabajadores, y fue este el escenario escogido. Los tres años siguientes, las autoridades coloniales prohibieron los desfiles, y los obreros tuvieron que conformarse con actos en locales cerrados.Durante la primera intervención norteamericana, se utilizó como campo militar y se ubicaron allí varias unidades de las tropas de ocupación.
En los primeros años de la República, instaurada el 20 de mayo de 1902, se construyeron canteros, avenidas y fuentes, y hasta hubo intenciones de un jardín zoológico, pero en 1926 un ciclón volvió a convertirlo en un lugar rústico y desolado.En los años veinte del pasado siglo, convergen diferentes, pero determinantes factores, que cambiarían para siempre la imagen de este espacio: la visita a La Habana, por gestión del entonces Ministro de Obras Públicas Carlos Manuel de Céspedes, del urbanista francés J.C.N Forestier y por otra parte, la celebración en la capital, en 1928, de la VI Conferencia Panamericana, a la cual asistió el entonces presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge.La intervención en el área quedaba bien justificada con el Plan Director de la Ciudad que había emprendido el General Gerardo Machado, ahora de turno en la presidencia desde 1925. El evento efectuado daría nombre al campo, comenzando a reconocerse desde entonces como Plaza de la Fraternidad Americana.En su parcela mayor quedó plantado el "Árbol de la Fraternidad Americana", una Ceiba que había sido sembrada en el barrio del Cerro el día de la instauración de la República, y fue trasladada allí el 24 de febrero de 1928. Se abonó la Ceiba con tierra de cada una de las repúblicas americanas que participaron en la VI Conferencia.
Forestier diseñó varias parcelas de diversas dimensiones, condicionadas por el trazado de calles y aceras circundantes, y cualificó el espacio con la colocación de un mobiliario que destacaba por su alta calidad técnica y artística, como los bancos, las farolas y demás ornamentos, y una esmerada jardinería. En los años siguientes, por iniciativas de la otrora Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, se fueron colocando en los alrededores del parque bustos de figuras representativas “del pensamiento y la fraternidad americana”. En la década del noventa del presente siglo, la Oficina del Historiador se encargó de dotar el espacio de una nueva imagen, mejorando su iluminación, su mobiliario, jardinería y cuidado de sus bustos, así como lograr el traslado, hacia otras áreas cercanas, de las paradas de los ómnibus metropolitanos. Se le diseñó una cerca perimetral a escala de los jardines que protege y realza este conjunto de parques.Su entorno se enriquece con la presencia de edificaciones monumentales como el Capitolio, el Hotel Saratoga, el Palacio de Aldama, o el arranque de puntos urbanos tan significativos como el Paseo del Prado, la Fuente de La India, el Barrio Chino, y la Calle Monte, emblemas todos de nuestra ciudad capital.
El Parque de la Fraternidad, como se conoce en la actualidad, comprende un conjunto de pequeños y grandes parques, emplazados en el área delimitada por las calles Monte, Dragones, Prado y Amistad. Sin embargo, esta área de la ciudad, tan transitada hoy día, durante siglos fue un sitio poco frecuentado por los habaneros. Se cuenta que fueron terrenos cenagosos y de manglares, y luego zona de estancias con abundante arbolado.Hacia 1790 se convierte en campo de ejercicios militares y a partir de un proyecto del ingeniero belga Agustín Cramer es ampliado en 1793. Esta función le otorgó cierta jerarquía dentro del espacio urbano de la ciudad colonial, a pesar de ofrecer aún una imagen agreste, en tanto sus alrededores cambiaban de aspecto con los nuevos poblamientos.El Obispo Espada es quien mejora su iluminación, arbolado y trazado; correspondiéndole al Capitán General Don Miguel Tacón (1834-1838) superar estas modificaciones al incluir la zona, conciente de su excelente ubicación y centralidad, dentro de su programa de embellecimiento de la ciudad. Tacón reforma el Campo de Marte delimitando su perímetro al colocar una reja de hierro y remodelar su interior.
Según la arquitecta Felicia Chateloin: “Al polígono militar la abrió majestuosas puertas en cada punto cardinal, coronadas por escudos de armas, y las denominó con los nombres de relevantes figuras; a la entrada principal le dio su nombre, comportamiento lógico de todo buen megalómano.” Así llamó a la del Norte, Cortés; a la Sur, Pizarro; a la del Este, Tacón; y a la del Oeste, Colón.En el Campo de Martes, el portugués Matías Pérez hizo su última ascensión, en 1886, con su globo - La Villa de París-.A finales del siglo XIX la historia de este sitio habanero se vio grandemente enriquecida: el 1 de mayo de 1890, a pesar de la poca organización del proletariado y la difícil condición del estatus colonial, los obreros capitalinos celebraron por vez primera en el mundo, el Día Internacional de los Trabajadores, y fue este el escenario escogido. Los tres años siguientes, las autoridades coloniales prohibieron los desfiles, y los obreros tuvieron que conformarse con actos en locales cerrados.Durante la primera intervención norteamericana, se utilizó como campo militar y se ubicaron allí varias unidades de las tropas de ocupación.
En los primeros años de la República, instaurada el 20 de mayo de 1902, se construyeron canteros, avenidas y fuentes, y hasta hubo intenciones de un jardín zoológico, pero en 1926 un ciclón volvió a convertirlo en un lugar rústico y desolado.En los años veinte del pasado siglo, convergen diferentes, pero determinantes factores, que cambiarían para siempre la imagen de este espacio: la visita a La Habana, por gestión del entonces Ministro de Obras Públicas Carlos Manuel de Céspedes, del urbanista francés J.C.N Forestier y por otra parte, la celebración en la capital, en 1928, de la VI Conferencia Panamericana, a la cual asistió el entonces presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge.La intervención en el área quedaba bien justificada con el Plan Director de la Ciudad que había emprendido el General Gerardo Machado, ahora de turno en la presidencia desde 1925. El evento efectuado daría nombre al campo, comenzando a reconocerse desde entonces como Plaza de la Fraternidad Americana.En su parcela mayor quedó plantado el "Árbol de la Fraternidad Americana", una Ceiba que había sido sembrada en el barrio del Cerro el día de la instauración de la República, y fue trasladada allí el 24 de febrero de 1928. Se abonó la Ceiba con tierra de cada una de las repúblicas americanas que participaron en la VI Conferencia.
Forestier diseñó varias parcelas de diversas dimensiones, condicionadas por el trazado de calles y aceras circundantes, y cualificó el espacio con la colocación de un mobiliario que destacaba por su alta calidad técnica y artística, como los bancos, las farolas y demás ornamentos, y una esmerada jardinería. En los años siguientes, por iniciativas de la otrora Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, se fueron colocando en los alrededores del parque bustos de figuras representativas “del pensamiento y la fraternidad americana”. En la década del noventa del presente siglo, la Oficina del Historiador se encargó de dotar el espacio de una nueva imagen, mejorando su iluminación, su mobiliario, jardinería y cuidado de sus bustos, así como lograr el traslado, hacia otras áreas cercanas, de las paradas de los ómnibus metropolitanos. Se le diseñó una cerca perimetral a escala de los jardines que protege y realza este conjunto de parques.Su entorno se enriquece con la presencia de edificaciones monumentales como el Capitolio, el Hotel Saratoga, el Palacio de Aldama, o el arranque de puntos urbanos tan significativos como el Paseo del Prado, la Fuente de La India, el Barrio Chino, y la Calle Monte, emblemas todos de nuestra ciudad capital.
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