Fusilamiento de los 8 estudiantes de medicina
El fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871 figura entre los más bochornosos actos de la España colonial.
Falsamente acusados de profanar el sepulcro del periodista hispano Gonzalo Castañón, las autoridades coloniales encarcelaron a 45 jóvenes criollos que cursaban el primer año de la carrera de Medicina. De ellos, 8 fueron pasados por las armas. Alonso Alvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, José de Marcos y Medina, Ángel Laborde, Pascual Rodríguez Pérez, Carlos Augusto de la Torre, Carlos Verdugo, Eladio González de Toledo.
Se afirma que pocas veces en la historia se ha visto tanta desproporción entre un delito y una sanción aplicada de forma tan rigurosa.
Cuba en 1871
La actitud de los representantes del poder español en Cuba ante la lucha independentista, iniciada en la isla en octubre de 1868, fue la de mantener la dominación colonial a toda costa, así hubiese que exterminar a la población criolla. Para ello, incrementaron el aparato militar y desataron una cruenta represión contra la población civil.
Basta recordar que en 1869, el entonces Capitán General Domingo Dulce ordenó que “toda persona que con medios naturales e influencia moral contribuyese al fomento y sostén de la insurrección y todo médico, abogado, escribano o maestro de escuela que se aprehendiese con los insurrectos, fuese fusilado en el acto”.
Como parte de la política de exterminio aplicada por España, el jefe del ejército español de operaciones, el general Blas Villate – el tristemente célebre Conde de Valmaseda- desplegó en el oriente cubano una ofensiva militar encaminada a ahogar el movimiento emancipador.
Corría el año 1871. Y mientras el Conde de Valmaseda extendía su guerra sin cuartel a la población civil de la región oriental de cuba, toda La Habana estaba a merced del Cuerpo de Voluntarios, nombre recibido por una poderosa fuerza paramilitar integrada por los españoles residentes en Cuba.
Emigradas las familias criollas más prestigiosas; haciendo vida de retiro otras, cerrados casi todos los grandes colegios, sin prensa de oposición en el país, apenas encontraban ocasión los voluntarios de realizar demostraciones públicas de su poderío.
De cuando en cuando para calmarles el afán de ver pacificada la isla por la fuerza, las autoridades hacían conducir a la capital algún cubano de renombre hecho prisionero en el territorio insurrecto – como Domingo Goicuría, Luis de Ayestarán y Juan Clemente Zenea -, para ejecutarlos públicamente, dando motivo al regocijo de los voluntarios. De ordinario, estos se dedicaban a censurar y promover el relevo de los jefes militares que, a su juicio, no eran bastante enérgicos con los cubanos sospechosos de inclinación separatista.
Tal situación explica el crimen cometido en noviembre de 1871, al exigir que un grupo de estudiantes de medicina fueran castigados, sin piedad ni demora, por la supuesta profanación del sepulcro de Gonzalo Castañón.
Sometidos sucesivamente a dos consejos de guerra en el espacio de dos días, ya que el primero de los consejos no los sentenció con la dureza exigida por los voluntarios, ocho estudiantes cubanos fueron condenados a muerte y fusilados el 27 de noviembre de 1871. Más de treinta resultaron sentenciados a penas de reclusión, sin que se les probase que merecieran ningún castigo.
Como confesara más tarde uno de los personajes hispanos que alentaron el furor de los voluntarios, durante aquellos sucesos “nadie se ocupó de averiguar la verdad de los hechos”
Años después, un hijo del periodista Gonzalo Castañón reconoció que el sepulcro de su padre no tenía señales de haber sido abierto, ni lastimado.
Así quedó demostrado que los alumnos de medicina habían sido inmolados por haber nacido en Cuba, por ser jóvenes y por dedicarse al estudio. Ello era suficiente para que los elementos españoles más reaccionarios los considerasen entre los enemigos de la Corona.
La evidencia del verdadero origen del crimen, dio a éste una trascendencia histórica extraordinaria: sirvió para robustecer el patriotismo de los cubanos y fortalecer la convicción de que en Cuba sólo se gozaría de libertad y seguridad cuando se conquistara la independencia.
El cuerpo de Voluntarios
Como un verdadero ejército privado, el Cuerpo de Voluntarios fue creado a mediados del siglo XIX como reacción contra la proyectada invasión de Cuba por Narciso López. Se desintegró al sobrevenir la tranquilidad y el Capitán General Lersundi lo reorganizó cuando estalló la guerra independentista de 1868.
Había en Cuba por entonces más de cien mil peninsulares españoles, en su mayoría jóvenes solteros. Eran buscadores de fortuna, cuyo afán se cifraba en volver al hogar con los bolsillos llenos. Laboriosos y carentes de educación, resultaban fáciles de convencer de que las cosas debían seguir en la colonia tal y como estaban para que pudieran realizar su ideal de enriquecerse rápidamente. Como en La Habana, era donde preferentemente se instalaban, en pocos meses el cuerpo de voluntarios contó allí con treinta mil hombres.
Además se sumaron a sus filas burgueses, patronos, dependientes del comercio y beneficiarios del despótico régimen establecido por la metrópoli española.
Los voluntarios formaban compañías bajo el mando de peninsulares ricos, los que a veces les proporcionaban el equipo. Por su parte, el gobierno colonial español los armaba con fusiles de los sistemas más modernos.
Las exhibiciones de fuerza por parte de los voluntarios eran alentadas por el diario integrista “La Voz de Cuba”, que dirigía Gonzalo Castañón. En 1870 el archirreaccionario periodista pereció cuando se batió en duelo con el patriota cubano Mateo Acosta en Cayo Hueso, el 31 de enero de 1870. Sepultado en el habanero cementerio de Espada, la tumba de Gonzalo Castañón devino santuario de la reacción española.
Apuntes cronológicos: año 1871
El 23 de noviembre
A las tres de la tarde, los alumnos de primer año de Medicina esperaban en el anfiteatro anatómico la llegada del catedrático. Dicho anfiteatro, conocido por San Dionisio, era colindante al cementerio de Espada.
Al salir del local algunos vieron el carro donde se conducían los cadáveres destinados a sus estudios. Subieron a él y dieron vueltas frente a la necrópolis. Estos fueron Anacleto Bermúdez, Angel Laborde, José de Marcos Medina y Pascual Rodríguez. Por su parte en joven Alonso Álvarez de la Campa tomó una flor del camposanto y la dejó al momento.
El 24 de noviembre
El celador del cementerio delata que el nicho de Gonzalo Castañón ha sido rayado, presumiblemente por los estudiantes.
El 25 de noviembre
El Gobernador Político de La Habana, Dionisio López Roberts, irrumpe en el anfiteatro de Anatomía con varios agentes y una Compañía de Tiradores del Segundo Batallón de Voluntarios y acusa a los estudiantes de Medicina de profanar el nicho de Castañón. Su inculpación fue enérgicamente rechazada por el catedrático Dr. Manuel Sánchez de Bustamante. Ese día fueron a prisión los 45 jóvenes estudiantes de Medicina.
El 26 de noviembre
Fue inaugurado el proceso judicial contra los estudiantes de Medicina. No sólo se les acusó de rayar el cristal del sepulcro, sino también de romperlo, de tirar las coronas y sacar los huesos del ataúd.
En el juicio los jóvenes criollos fueron defendidos por el capitán español Federico R. Capdevila. El tribunal, formado por cinco oficiales del Ejército Español, escuchó las acusaciones y la valiente defensa de Capdevila. No obstante las presiones y amenazas, el tribunal no encontró culpabilidad en los estudiantes.
Se ha aclarado que este primer consejo de guerra nunca barajó la muerte como posibilidad de sanción, ya que por ley, los estudiantes, sólo podían ser condenados a varios días de cárcel y al pago de multas.
Un motín de la soldadesca obligó al Capitán General de la isla a nombrar un segundo e ilegal consejo de guerra, esta vez, ampliado con nueve capitanes del Cuerpo de Voluntarios. La condena de los inocentes estaba asegurada.
El 27 de noviembre
A las cinco de la mañana se juzga de nuevo a los estudiantes. Entre las 12 del día y la una de la tarde se determinaron las sentencias. Los voluntarios fueron complacidos en sus exigencias de ejecutar a la quinta parte de los encausados. Por ello fueron pasados por las armas los cinco estudiantes que estaban jugando en el cementerio y tres más sacados por sorteo.
Entre estos últimos se encontraba Carlos Verdugo, quien el día de los hechos se encontraba en Matanzas. Por su parte Esteban Bermúdez salió en el sorteo realizado, pero ya había sido condenado su hermano Anacleto y por no ejecutar a dos hijos de un mismo matrimonio, echaron “nuevas suertes” y le tocó a Eladio González.
El fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871 figura entre los más bochornosos actos de la España colonial.
Falsamente acusados de profanar el sepulcro del periodista hispano Gonzalo Castañón, las autoridades coloniales encarcelaron a 45 jóvenes criollos que cursaban el primer año de la carrera de Medicina. De ellos, 8 fueron pasados por las armas. Alonso Alvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, José de Marcos y Medina, Ángel Laborde, Pascual Rodríguez Pérez, Carlos Augusto de la Torre, Carlos Verdugo, Eladio González de Toledo.
Se afirma que pocas veces en la historia se ha visto tanta desproporción entre un delito y una sanción aplicada de forma tan rigurosa.
Cuba en 1871
La actitud de los representantes del poder español en Cuba ante la lucha independentista, iniciada en la isla en octubre de 1868, fue la de mantener la dominación colonial a toda costa, así hubiese que exterminar a la población criolla. Para ello, incrementaron el aparato militar y desataron una cruenta represión contra la población civil.
Basta recordar que en 1869, el entonces Capitán General Domingo Dulce ordenó que “toda persona que con medios naturales e influencia moral contribuyese al fomento y sostén de la insurrección y todo médico, abogado, escribano o maestro de escuela que se aprehendiese con los insurrectos, fuese fusilado en el acto”.
Como parte de la política de exterminio aplicada por España, el jefe del ejército español de operaciones, el general Blas Villate – el tristemente célebre Conde de Valmaseda- desplegó en el oriente cubano una ofensiva militar encaminada a ahogar el movimiento emancipador.
Corría el año 1871. Y mientras el Conde de Valmaseda extendía su guerra sin cuartel a la población civil de la región oriental de cuba, toda La Habana estaba a merced del Cuerpo de Voluntarios, nombre recibido por una poderosa fuerza paramilitar integrada por los españoles residentes en Cuba.
Emigradas las familias criollas más prestigiosas; haciendo vida de retiro otras, cerrados casi todos los grandes colegios, sin prensa de oposición en el país, apenas encontraban ocasión los voluntarios de realizar demostraciones públicas de su poderío.
De cuando en cuando para calmarles el afán de ver pacificada la isla por la fuerza, las autoridades hacían conducir a la capital algún cubano de renombre hecho prisionero en el territorio insurrecto – como Domingo Goicuría, Luis de Ayestarán y Juan Clemente Zenea -, para ejecutarlos públicamente, dando motivo al regocijo de los voluntarios. De ordinario, estos se dedicaban a censurar y promover el relevo de los jefes militares que, a su juicio, no eran bastante enérgicos con los cubanos sospechosos de inclinación separatista.
Tal situación explica el crimen cometido en noviembre de 1871, al exigir que un grupo de estudiantes de medicina fueran castigados, sin piedad ni demora, por la supuesta profanación del sepulcro de Gonzalo Castañón.
Sometidos sucesivamente a dos consejos de guerra en el espacio de dos días, ya que el primero de los consejos no los sentenció con la dureza exigida por los voluntarios, ocho estudiantes cubanos fueron condenados a muerte y fusilados el 27 de noviembre de 1871. Más de treinta resultaron sentenciados a penas de reclusión, sin que se les probase que merecieran ningún castigo.
Como confesara más tarde uno de los personajes hispanos que alentaron el furor de los voluntarios, durante aquellos sucesos “nadie se ocupó de averiguar la verdad de los hechos”
Años después, un hijo del periodista Gonzalo Castañón reconoció que el sepulcro de su padre no tenía señales de haber sido abierto, ni lastimado.
Así quedó demostrado que los alumnos de medicina habían sido inmolados por haber nacido en Cuba, por ser jóvenes y por dedicarse al estudio. Ello era suficiente para que los elementos españoles más reaccionarios los considerasen entre los enemigos de la Corona.
La evidencia del verdadero origen del crimen, dio a éste una trascendencia histórica extraordinaria: sirvió para robustecer el patriotismo de los cubanos y fortalecer la convicción de que en Cuba sólo se gozaría de libertad y seguridad cuando se conquistara la independencia.
El cuerpo de Voluntarios
Como un verdadero ejército privado, el Cuerpo de Voluntarios fue creado a mediados del siglo XIX como reacción contra la proyectada invasión de Cuba por Narciso López. Se desintegró al sobrevenir la tranquilidad y el Capitán General Lersundi lo reorganizó cuando estalló la guerra independentista de 1868.
Había en Cuba por entonces más de cien mil peninsulares españoles, en su mayoría jóvenes solteros. Eran buscadores de fortuna, cuyo afán se cifraba en volver al hogar con los bolsillos llenos. Laboriosos y carentes de educación, resultaban fáciles de convencer de que las cosas debían seguir en la colonia tal y como estaban para que pudieran realizar su ideal de enriquecerse rápidamente. Como en La Habana, era donde preferentemente se instalaban, en pocos meses el cuerpo de voluntarios contó allí con treinta mil hombres.
Además se sumaron a sus filas burgueses, patronos, dependientes del comercio y beneficiarios del despótico régimen establecido por la metrópoli española.
Los voluntarios formaban compañías bajo el mando de peninsulares ricos, los que a veces les proporcionaban el equipo. Por su parte, el gobierno colonial español los armaba con fusiles de los sistemas más modernos.
Las exhibiciones de fuerza por parte de los voluntarios eran alentadas por el diario integrista “La Voz de Cuba”, que dirigía Gonzalo Castañón. En 1870 el archirreaccionario periodista pereció cuando se batió en duelo con el patriota cubano Mateo Acosta en Cayo Hueso, el 31 de enero de 1870. Sepultado en el habanero cementerio de Espada, la tumba de Gonzalo Castañón devino santuario de la reacción española.
Apuntes cronológicos: año 1871
El 23 de noviembre
A las tres de la tarde, los alumnos de primer año de Medicina esperaban en el anfiteatro anatómico la llegada del catedrático. Dicho anfiteatro, conocido por San Dionisio, era colindante al cementerio de Espada.
Al salir del local algunos vieron el carro donde se conducían los cadáveres destinados a sus estudios. Subieron a él y dieron vueltas frente a la necrópolis. Estos fueron Anacleto Bermúdez, Angel Laborde, José de Marcos Medina y Pascual Rodríguez. Por su parte en joven Alonso Álvarez de la Campa tomó una flor del camposanto y la dejó al momento.
El 24 de noviembre
El celador del cementerio delata que el nicho de Gonzalo Castañón ha sido rayado, presumiblemente por los estudiantes.
El 25 de noviembre
El Gobernador Político de La Habana, Dionisio López Roberts, irrumpe en el anfiteatro de Anatomía con varios agentes y una Compañía de Tiradores del Segundo Batallón de Voluntarios y acusa a los estudiantes de Medicina de profanar el nicho de Castañón. Su inculpación fue enérgicamente rechazada por el catedrático Dr. Manuel Sánchez de Bustamante. Ese día fueron a prisión los 45 jóvenes estudiantes de Medicina.
El 26 de noviembre
Fue inaugurado el proceso judicial contra los estudiantes de Medicina. No sólo se les acusó de rayar el cristal del sepulcro, sino también de romperlo, de tirar las coronas y sacar los huesos del ataúd.
En el juicio los jóvenes criollos fueron defendidos por el capitán español Federico R. Capdevila. El tribunal, formado por cinco oficiales del Ejército Español, escuchó las acusaciones y la valiente defensa de Capdevila. No obstante las presiones y amenazas, el tribunal no encontró culpabilidad en los estudiantes.
Se ha aclarado que este primer consejo de guerra nunca barajó la muerte como posibilidad de sanción, ya que por ley, los estudiantes, sólo podían ser condenados a varios días de cárcel y al pago de multas.
Un motín de la soldadesca obligó al Capitán General de la isla a nombrar un segundo e ilegal consejo de guerra, esta vez, ampliado con nueve capitanes del Cuerpo de Voluntarios. La condena de los inocentes estaba asegurada.
El 27 de noviembre
A las cinco de la mañana se juzga de nuevo a los estudiantes. Entre las 12 del día y la una de la tarde se determinaron las sentencias. Los voluntarios fueron complacidos en sus exigencias de ejecutar a la quinta parte de los encausados. Por ello fueron pasados por las armas los cinco estudiantes que estaban jugando en el cementerio y tres más sacados por sorteo.
Entre estos últimos se encontraba Carlos Verdugo, quien el día de los hechos se encontraba en Matanzas. Por su parte Esteban Bermúdez salió en el sorteo realizado, pero ya había sido condenado su hermano Anacleto y por no ejecutar a dos hijos de un mismo matrimonio, echaron “nuevas suertes” y le tocó a Eladio González.
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