Leyendas Campesinas
Una vez un viejo campesino iba a caballo por el monte cuando oyó el llanto de un bebe. Al verlo solo por aquellos lugares, el hombre decidio llevarlo a su casa. En el camino el bebe le ordeno al viejo que lo llevara de vuelta a donde estaba. El hombre no hizo caso y al rato, el peso del bebe eran tanto que tuvo que parar su viaje. Pues la piernas del bebe se habian estirado de forma descomunal. El viejo decidio virar y las piernas del bebe se recojian a medida que el campesino hacia su viaje de regreso al lugar donde el bebe queria que lo llevaran de vuelta.
Una vez un viejo campesino iba a caballo por el monte cuando oyó el llanto de un bebe. Al verlo solo por aquellos lugares, el hombre decidio llevarlo a su casa. En el camino el bebe le ordeno al viejo que lo llevara de vuelta a donde estaba. El hombre no hizo caso y al rato, el peso del bebe eran tanto que tuvo que parar su viaje. Pues la piernas del bebe se habian estirado de forma descomunal. El viejo decidio virar y las piernas del bebe se recojian a medida que el campesino hacia su viaje de regreso al lugar donde el bebe queria que lo llevaran de vuelta.
Una muchacha que caminaba sola a la orilla de la carretera, paro a un rastrero y le pidio que la llevara a su casa. Cuando llegaron a su destino, la muchacha agradecio al hombre y brindo su casa por si algun dia pasaba por alli y necesitaba algo. Al poco tiempo el hombre paso por casa de la mujer y decidio hacer una parada. Al llegar toco la puerta y le respondio una anciana. El rastrero le conto como habia conocido a la joven y pregunto si podia verla, a lo que la senora respondio que era imposible, dado que la muchacha habia muerto hacia muchisimo años.
Una senora desesperada por tener hijos acudio a un santero para una consulta. El santero hizo un trabajo con La Ceiba y esta prometio que la mujer tendria una hija, pero acambio le pedia un sacrificio de cualquier animal todos los años al pie de su sombra. La mujer tuvo la hija prometida
con el trajin de una feria que se acercaba se le olvido su sacrificio. Al ir rumbo a la feria paso por el lado de la ceiba y esta abrio su tronco y se trago a la hija.También Las Tunas tiene sus leyendas. Cuentan que un día cualquiera de 1617 un indio enamorado acechaba en el silencio de la medianoche a una muchacha de sangre azul. Su padre, un soberbio español, descubre el idilio y ordena decapitarlo. Los matones cumplen el "encargo" pero no pueden llevar su cabeza para cobrar la recompensa. El cadáver había desaparecido. Poco después, por las sábanas de Cueybá un jinete sin cabeza trotaba a galope limpio buscando justicia. Era el caballo blanco del indio sin cabeza.
Desde entonces, las apariciones del fantasma se asociaron a cuanta tragedia acontecía en la comarca. La más connotada fue el accidente ferroviario del 45, donde murieron cientos de personas. Mas, a este mancebo indio, se le anotó también los pesares de la granizada del 19 de marzo de 1963, que vistió a la ciudad con gigantescos bloques de hielo, derrumbó árboles y casas y registró este fenómeno atmosférico como uno de los más intensos ocurridos en Cuba.
Tal leyenda ha desafiado las canas del milenio y, aún cuando el avance cultural de los tuneros desdibujó los fantasmas a su paso, todavía cualquier trágico suceso que remueve la impronta citadina se asocia al enamorado indio de Cueybá.
Desde entonces, las apariciones del fantasma se asociaron a cuanta tragedia acontecía en la comarca. La más connotada fue el accidente ferroviario del 45, donde murieron cientos de personas. Mas, a este mancebo indio, se le anotó también los pesares de la granizada del 19 de marzo de 1963, que vistió a la ciudad con gigantescos bloques de hielo, derrumbó árboles y casas y registró este fenómeno atmosférico como uno de los más intensos ocurridos en Cuba.
Tal leyenda ha desafiado las canas del milenio y, aún cuando el avance cultural de los tuneros desdibujó los fantasmas a su paso, todavía cualquier trágico suceso que remueve la impronta citadina se asocia al enamorado indio de Cueybá.
Polo Véliz, de campesino a bandido, sólo por amor
Por LÍDICE VALENZUELALa historia de Cuba está plagada de leyendas e historias. Desde luces que viajan por el aire sin explicación en los caminos intrincados entre los campos sembrados de cañas, hasta espíritus que vagan por las cuevas. Y están también las historias de los bandidos de los campos cubanos que antes de 1959, cuando triunfó la Revolución y dignificó la condición humana en la Isla, eran temidos, pero hasta cierto punto admirados por la población, pues, que se conozca, nunca robaron ni asesinaron a un pobre.
Leopoldo Véliz González es el personaje de una popular leyenda de la provincia de Cienfuegos, a unos 250 kilómetros de La Habana, a quien los pobladores de ese territorio han llamado con justeza la Perla del Sur, conocían simplemente como Polo.
Nacido en 1889 en las cercanías de la localidad de Cumanayagua, era conductor de carretas tiradas por bueyes para trasladar la caña de azúcar en época de cosecha.
A Polo se le considera el último de los bandoleros cubanos de la primera mitad del pasado siglo. Cuando sus acciones comenzaron a difundirse en la región central de la Isla, otros personajes al margen de la ley, como Manuel García, el llamado Rey de los Campos de Cuba, Matagas, Arroyito y Congo Suárez ya habían fallecido, algunos en oscuras circunstancias.
El carretero se enamoró por primera vez a los 18 años de una joven campesina, quien le correspondía en sus sentimientos. Para su desgracia, un suboficial de la Guardia Rural, apasionado por la misma muchacha, lo vejó en público por su condición de hombre pobre y su baja estatura.
Polo y su novia decidieron huir de los campos de Cumanayagua y se asentaron en las montañas del Escambray. Descubiertos por secuaces del uniformado, el campesino fue conducido amarrado a la villa de Trinidad, hoy Patrimonio de la Humanidad, y condenado a un año de cárcel por presunto secuestro.
Lo peor ocurrió después. Quizás acobardada por la venganza del militar, y porque este amenazó además con nunca dejarlos en paz, la enamorada de Polo le dejó como recuerdo apenas unas letras en las que explicaba su deseo de alejarse de la tragedia, y de unir su vida a la de un comerciante de la localidad de Cruces.
Ese acto de presunto sacrificio por parte de su amada selló el destino del trabajador azucarero. Esperó al suboficial, cuyo nombre nadie recuerda, a la salida de un baile, mientras los habitantes de Cumanayagua festejaban la tradicional Fiesta de la Cruz de Mayo.
No lo mató. Sólo se burló de él. Lo convocó a un duelo a pistola, pero lo pensó mejor y ante la puerta del liceo donde se celebraba el jolgorio lo hizo desnudarse y lo dejó, en plena calle, como llegó a este mundo.
En clandestinidad durante los próximos 30 años, Polo Véliz se hizo famoso porque cuando robaba a los ricos aliviaba con el botín el hambre de los campesinos. En la región la población cantaba sus décimas improvisadas con gracia mientras repartía monedas y billetes. La mayoría de los residentes en la zona le cuidaban las espaldas y le avisaba de la llegada de las autoridades.
Dice la leyenda popular que Polo se hacía acompañar por un hombre cuyo nombre es un misterio. Estudiosos de la historia del bandolero no han podido determinar si su compañero se llamó Alberto Linares o Fernando Esquijarrosa. Eso es lo menos importante. Todos le llamaban El Mejicano.Con cierta fortuna resultante de sus atracos, para los cuales se disfrazaba especialmente, y con su futuro en México, donde pensaba radicarse, la muerte, vestida de traición, sorprendió a la pareja.
El 27 de julio de 1937, acampó en la hacienda de Lázaro Díaz de Tueste, próxima a la ciudad de Cienfuegos, quien guardaba el dinero del asaltante. Todo hace presumir que Efrén, un hijo de Lázaro, le disparó a traición en la cabeza con el propósito de robarle los 60 mil pesos que le pertenecían y estaban en poder de su padre.
Sin embargo, la prensa local de aquel año hizo creer que la Guardia Rural sorprendió a Polo y al Mejicano y les dio muerte en medio de una refriega. Al lado de su cadáver juntaron una escopeta de siete tiros, cartuchos de balines, un cuchillo, dos amuletos, un revólver Colt 38.Así terminó la vida de aquel joven trabajador agrícola, cuyo frustrado amor, unido a las condiciones socioeconómicas de una época en que un campesino era un ciudadano de tercera clase, lo hizo convertirse en un bandido.
Todavía, en pleno siglo XXI, hay personas en la zona donde operaba Polo Véliz que juran oír, algunas noches, una clara voz, joven y fuerte, que canta décimas de amor y mala suerte.
1 comentarios:
me encantan todos sus escritos..son maravillosos..gracias
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