lunes, 5 de enero de 2009

A Rufina (El Cucalambe)






JUAN CRISTÓBAL NÁPOLES FAJARDO,EL CUCALAMBÉ(1829-1862?)
Las dos primeras corrientes poéticas cubanas: criollismo y siboneyismo, tienen en El Cucalambé a un poeta principalísimo. Sus décimas ejercieron gran influencia dentro de la tradición popular de la poesía de Cuba hasta el siglo XX. Puede discutirse si alcanza o no los logros cualitativos de otros autores del mismo siglo, pero su significación dentro de la evolución de la poesía cubana es tal, que algún texto suyo no debería de faltar en antologías panorámicas. "A Rufina. Invitación segunda" es uno de sus mejores conjuntos de décimas, aunque quizás sea más célebre "Hatuey y Guarina". El sentido de la nacionalidad se externiza, sin que el poeta haga mucho énfasis político en sus obras.
Obra referencial: Nápoles Fajardo, Juan Cristóbal: Poesías completas, compilación y prólogo de Jesús Orta Ruiz, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1974.







A RUFINA. INVITACIÓN SEGUNDA

Con sus aguas fecundantes. Tenemos aquí el octubre. Y ya la tierra se cubre. De bellas flores fragantes. Los jobos se ven boyantes. En las corrientes del río; El guajiro en su bohío . Canta con dúlcido afán, Y pronto se acabarán, Los calores del estío.
Tengo, Rufina, en mi estancia, Paridas matas de anones, Cuyos frutos ya pintones. Esparcen dulce fragancia: Hay piñas en abundancia. Dulces así como tú; Hay guayabas del Perú Y mameyes colorados, Que comeremos sentados. Bajo el alto sabicú.
Tú en mi caballo alazán. Y yo en la yegua tordilla. De la estancia por la orilla. Correremos con afán. Verás qué verdes están. Los palmares inmediatos, Contemplarás los boniatos, Y las cañas bulliciosas. Y en éstas y en otras cosas. Pasaremos bellos ratos.
Pronto verás las orillas. Del arroyo y las barrancas, Cómo se cubren de blancas. Y fragantes campanillas. Las ciruelas amarillas. Están madurando ya, Muy pronto sazonará. La fresca y sabrosa caña, Y el mijo allá en la montaña. También madurando está.
De tarde recogerás. Los huevos del gallinero. Y mi ordinario sombrero. Lleno a la casa traerás: Un gallo giro verás. Que pienso poner en traba. Porque los pollos me acaba. Con su maldita fiereza; Ven, chinita, que ya empieza. A madurar la guayaba.
Te llevaré a un colmenar. Con cuyos productos medro, Y que está bajo de un cedro. Al fondo del platanal; La miel te daré a probar. Si miedosa no te alejas, Y sobre unas palmas viejas. Alterosas por demás, A los pitirres verásAsechando a las abejas.
Si a caminar te sonsaco. Por las riberas del río, Contemplarás, ángel mío, Lindas vegas de tabaco. Allí oyendo el chinchiguaco. Por entre una y otra calle. Tu pulidísimo talle. Sin rival te lucirá, Y esbelto se mecerá. Como la palma en el valle.
De un ingenio que hay vecino. Te enseñaré los primores, Los negros trabajadores. Y las pailas y el molino. De blanco azúcar refino. Verás al sol los tendales, Y allá en los cañaverales. Has de oír aunque te inquietes, Fuertes golpes de machete, Voces de los mayorales.
De un cafetal inmediato . Entre mil bellos objetos, Los florecidos cafetos. También de enseñarte trato: Allí descansando un rato. A la fresca sombra de ellos, Cantaré tus ojos bellos, Tus encantos soberanos, Y te estrecharé las manos. Y besaré tus cabellos.
Y en fin, cuando nos cansemos. De tanto correr ufanos, Cantando versos cubanos. A mi estancia volveremos. Allí mil cosas haremos. Que quedarán inter-nos. Y descansando los dos Sobre rústicos asientos, Bendeciremos contentos. A nuestra Patria y a Dios.

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