martes, 9 de diciembre de 2008

Diario de un Cimarron

Diario de un Cimarron
Miguel Barnet




Del destacado escritor cubano Miguel Barnet, recoge el inapreciable testimonio ofrecido al autor por Esteban Montejo, quien fuera esclavo, luego señor del monte intrincado donde se refugió después de escaparse de la dotación de un ingenio para incorporarse más tarde como mambí en la Guerra de Independencia de Cuba contra España.
La riqueza de las anécdotas de este cimarrón de nacimiento, como así lo confiesa, nos permite conocer cómo fue la vida en la esclavitud, los barracones, los ingenios, el monte, la abolición y la lucha contra los colonialistas en el siglo XIX.
Es tan sobrecogedor este testimonio que en cada página crece el interés del lector por descubrir nuevos detalles y al final de su lectura, se experimenta una sensación de deseo por conocer más acerca de la excepcional narración.
Quizás cuando Miguel Barnet seleccionó y escribió esta grandiosa y mágica Biografía de un Cimarrón, por la que le damos las gracias, quedaron otras anécdotas que bien pudieran transformarse en bálsamo a nuestra curiosidad:
El siguiente pasaje, narrado por Esteban Montejo: esclavo, cimarrón y bravo soldado por la libertad de nuestra querida Patria, es una muestra de la inteligencia, espíritu avispado y valentía de aquellos bravos mambises.
“Perdí el caballo, las riendas, la montura…Fui con Juan Fábregas, que había estado conmigo toda la guerra. Juan y yo acordamos hacer una operación en el fuerte de los españoles, para sacar dos caballos y llevárnoslos. Al llegar cerca vimos que aquello, la entrada y la cerca, estaban llenas de perros. Nos quitamos la ropa para que los muy cabrones no olfatearan. La dejamos en una romana que había cerca como a tres o cuatro cordeles de allí. Teníamos que cargar con esos caballos para no terminar la guerra a pie.Caminamos poco a poco y al llegar a las alambradas vimos al guardia. Parece que como éramos oscuros y estábamos desnudos no nos vio. Seguimos para alante por la misma puerta, pegados a la garita. El guardia estaba dormido. Agarramos dos caballos y a pelo salimos huyendo. Ni las velas nos hicieron falta. Mucha gente robaba con velas para espantar a los perros. Yo digo que esos animales no sirven de centinelas. Los gansos si. Si en un fuerte cualquiera había gansos nadie se atrevía a robar. Los gansos se usaban mucho en las casas particulares en tiempo de España, porque ahora han desaparecido.Llegamos al campamento y todo el mundo azorado nos preguntaba: Negros, ¿de dónde sacaron ustedes esos caballos?. Juan dijo: Del fuerte. Nadie contestó. A lo mejor no lo creyeron”.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Lei el libro y quede encantada

Lupe

 
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