El Mensajero
Herminio Huerta
Herminio Huerta
Bogota 5/12/2008
A mi Padre.
A mi Padre.
Valentín, llego a Cuba en un barco, como todos los emigrantes, venia de su querida Asturias, de una Aldea de mineros.
Como su padre. Valentín era minero, su familia no pudo mandarlo a la escuela y Valentín solo aprendió a poner su nombre a modo de firma, eso sí de cuentas era el más avispado de la aldea.
Un día por encargo de su Padre viajo a Oviedo , allí conoció al Indiano, un asturiano que había llegado de Cuba, y comenzó a hacer historias de su viaje, todos los mozos le hicieron un círculo y sentado en la Taberna comenzó a hablarles de las maravillas de las Américas.
Cuando Valentín, llego a la casa solo tenía un pensamiento ir a las Indias hacer fortuna y así ayudar a su familia. Su madre no estaba de acuerdo, su padre dijo. -Tienes 20 años, eres dueño de tu destino.
Así fue como una mañana Valentín marcho hacia america.
Casi todos los españoles que llegaban a Cuba tenían familia que los esperara, Valentín… No… llego solo, traía muy poco equipaje. La ropa que llevaba puesta su boina, y sus alpargatas alguna camisa más y un pantalón de pana negro. Ah.. y una estampita de la virgen de Covadonga que le diera su mama.
Llego a Matanzas, y de ahí fue a un pueblito llamado Carlos Rojas.
Comenzó a buscar trabajo y le dijeron que el Boticario del pueblo necesitaba un mensajero. Valentín llego a la botica y conoció a Don Paco. Era el típico gallego, llevaba años en Cuba pero seguía sus costumbres de Galicia, hombre recio pero de buen corazón, inmediatamente Valentín comenzó a trabajar, como todo norteño se le media a todo, hacia la limpieza y después en su bicicleta repartía los mandados.
Valentín era un muchacho fornido de pelo castaño y ojos negros, y por su simpatía pronto fue el blanco de todas las mujeres del pueblo, tal era la fama que las mujeres se enfermaban con tal que Valentín les llevara los medicamentos a la casa y como era muy inteligente Don Paco lo enseño a inyectar, demás está decir, que todas pedían a Don Paco que el muchacho las inyectara, ya no querían tomar pastillas.
Don Paco no se disgustaba, pues, desde que el muchacho llego sus ventas subieron y le iba muy bien en la Botica de hecho la agrando y le aumento el sueldo a Valentín.
Una de las clientas del boticario era la mujer del alcalde, y era la más enferma de todo el pueblo. Claro la gente decía.
–Desde que llego el mensajero de la botica la pobre Micaela no tiene paz con sus dolores.
Aquello empezó a rodar hasta que el alcalde, un día se entero que Valentín era analfabeto y aprovecho. Amenazo a el boticario ya que era un peligro tener una persona repartiendo medicamentos sin saber que decían las etiquetas. Le Dijo.
–Si no echa al chico le cierro la Farmacia. Usted pone en peligro al pueblo. (Claro todos sabemos cuál era el peligro).
A este reclamo Valentín tuvo que recoger su maleta y se marcho del pueblo. Ya Valentín tenía sus ahorritos y fue a Matanzas. Allí comenzó a buscar trabajo.
Al pasar por una Pastelería vio un letrero que decía:-Se necesita ayudante.
Valentín entro pregunto por el dueño y de pronto de la cocina apareció una hermosa mujer, la clásica Camagüeyana, de piel muy blanca pelo negro y ojos color de la noche, aunque tenía 30 años su hermosura competía con las muchachas del barrio y causaba envidia, por la hermosura de su cuerpo y su encanto que traía a los hombres del barrio loco tras ella.
Valentín se quito la boina (que nunca abandono), y le pregunto.
-Señora, vengo por el empleo, quisiera ver a el dueño.
-Yo soy el dueño mi marido murió y quede yo al frente del negocio. Mi nombre es Aurora.
Los ojos de Valentín se iluminaron, ella sonrió y le dijo.
-Sabes hacer pasteles?
-No. pero aprendo.
-Entonces estas contratado.
Claro que a la viuda no le disgustaba el joven, por eso Valentín consiguió trabajo tan rápido.
Así comenzó la amistad entre el alumno y su profesora, la dulcería de aurora era famosa en toda Matanzas y a ella le llegaban pedidos para bodas hasta de la Habana. Su fortuna era modesta y Valentín no escatimaba en esforzarse para trabajar y apórtale ideas a Aurora ya Valentín había inventado recetas para pasteles y el más solicitado era una panetela creada por él a la cual le puso Aurora. Todavía se conoce ese dulce tan especial y tan sabroso y recuerdo que en la Gran Vía las vendían.
La amistad entre Valentín y Aurora paso a un sentimiento de atracción mutua, y un día Valentín le propuso matrimonio a lo cual ella acepto y la boda se celebro un domingo, en la Catedral.
La alta sociedad Matancera se dio cita, hasta el alcalde fue y la fiesta duro hasta la mañana siguiente, el pastel de boda era inmenso y se hizo con la receta de Valentín. Claro ya la pastelería era grande y tenía más empleados ya se había convertido en una dulcería-cafetería. Y Valentín como siempre ayudando a todos los emigrantes había contratado dos Pasteleros uno Francés y un paisano de él. También tenían una negra ya vieja pero maestra en hacer dulces caseros Cacha, ella era la que hacia los postres y por eso el lugar fue creciendo, podías des gustar una deliciosa panetela Francesa o un típico Boniatillo. Había para todos los gustos y presupuestos. Pasaron los años y nacieron dos hijos. Pascual y Rafael.
Estos dos rapaces crecieron en la dulcería y aprendieron el oficio de los padres al ser hombres Valentín los financio y mando, uno para la Habana y otro para Santiago y Abrieron dos sucursales en dichas provincias.Un dia Valentín le dijo a Aurora. – Es hora de buscarle un nombre a nuestras dulcería ya son 4 en toda Cuba y me están embullando para abrir una en Miami, de Pronto mando a Rafael que es el más avispado para allá.
Aurora le dijo.
-Todo lo que somos te lo debemos a ti, escoge tu el nombre.
-Valentín la miro y le dijo.
-Se llamara. “La Gran…..Aurora”.
Aquella compañía pastelera siguió creciendo y hasta Madrid llego La Gran Aurora.
Años después Aurora fallece debido a una dolorosa enfermedad. Valentín quedo muy triste y se decía, que era tan grande el amor que sentía por ella que no iba a salir de su pena. Pero sus nietos que ya eran adolescentes , lo animaron ya que querían ser pasteleros como su abuelo y que mejor maestro que el .
Valentín realizo el sueño de su vida y puso una sucursal en Oviedo donde al frente estaba su hermana Herminia y su hijo por quien Valentín sentía un profundo cariño.
Un día llegaron a su oficina unos señores..Le explicaron a Don Valentín que ellos eran Banqueros y querían asociarse con él.
Don Valentín Asturiano al fin mando por Pascual y a la mañana siguiente fueron al banco, allá estaban los tres señores esperándolo.
-Mire don Valentín. Nosotros queremos asociarnos con usted aportando un Capital para poder hacer una línea de pastelerías en todo el Mundo.
Valentín miro a Pascual y este acento con la cabeza.
-Bueno sea. Dijo Don Valentín. Pero cuando quiera me retiro de la asociación. Los Banqueros estuvieron de acuerdo.
La secretaria, le entrega un documento. Y Valentín le dice. –Que es esto?
El contrato, Don Valentín, el contrato con nuestro banco.
Valentín, aspiro su Habano, soltó una larga bocanada de humo, los miro fijo y les contesto.
-Lo siento señores pero yo no sé leer ni escribir.
Hubo un silencio sepulcral. Hasta que una carcajada invadió todo el local...de pronto...silencio, ya que se dieron cuenta que no era broma, Don Valentín hablaba en serio.
Se miraron entre ellos, y uno rompió el silencio.
-Don Valentín si usted siendo Analfabeto ha llegado a donde ha llegado.
Que sería usted si supiera leer y escribir?
Don Valentín lo miro fijo y le respondió.
-Fuera mensajero de una Botica en Carlos Rojas.
Como su padre. Valentín era minero, su familia no pudo mandarlo a la escuela y Valentín solo aprendió a poner su nombre a modo de firma, eso sí de cuentas era el más avispado de la aldea.
Un día por encargo de su Padre viajo a Oviedo , allí conoció al Indiano, un asturiano que había llegado de Cuba, y comenzó a hacer historias de su viaje, todos los mozos le hicieron un círculo y sentado en la Taberna comenzó a hablarles de las maravillas de las Américas.
Cuando Valentín, llego a la casa solo tenía un pensamiento ir a las Indias hacer fortuna y así ayudar a su familia. Su madre no estaba de acuerdo, su padre dijo. -Tienes 20 años, eres dueño de tu destino.
Así fue como una mañana Valentín marcho hacia america.
Casi todos los españoles que llegaban a Cuba tenían familia que los esperara, Valentín… No… llego solo, traía muy poco equipaje. La ropa que llevaba puesta su boina, y sus alpargatas alguna camisa más y un pantalón de pana negro. Ah.. y una estampita de la virgen de Covadonga que le diera su mama.
Llego a Matanzas, y de ahí fue a un pueblito llamado Carlos Rojas.
Comenzó a buscar trabajo y le dijeron que el Boticario del pueblo necesitaba un mensajero. Valentín llego a la botica y conoció a Don Paco. Era el típico gallego, llevaba años en Cuba pero seguía sus costumbres de Galicia, hombre recio pero de buen corazón, inmediatamente Valentín comenzó a trabajar, como todo norteño se le media a todo, hacia la limpieza y después en su bicicleta repartía los mandados.
Valentín era un muchacho fornido de pelo castaño y ojos negros, y por su simpatía pronto fue el blanco de todas las mujeres del pueblo, tal era la fama que las mujeres se enfermaban con tal que Valentín les llevara los medicamentos a la casa y como era muy inteligente Don Paco lo enseño a inyectar, demás está decir, que todas pedían a Don Paco que el muchacho las inyectara, ya no querían tomar pastillas.
Don Paco no se disgustaba, pues, desde que el muchacho llego sus ventas subieron y le iba muy bien en la Botica de hecho la agrando y le aumento el sueldo a Valentín.
Una de las clientas del boticario era la mujer del alcalde, y era la más enferma de todo el pueblo. Claro la gente decía.
–Desde que llego el mensajero de la botica la pobre Micaela no tiene paz con sus dolores.
Aquello empezó a rodar hasta que el alcalde, un día se entero que Valentín era analfabeto y aprovecho. Amenazo a el boticario ya que era un peligro tener una persona repartiendo medicamentos sin saber que decían las etiquetas. Le Dijo.
–Si no echa al chico le cierro la Farmacia. Usted pone en peligro al pueblo. (Claro todos sabemos cuál era el peligro).
A este reclamo Valentín tuvo que recoger su maleta y se marcho del pueblo. Ya Valentín tenía sus ahorritos y fue a Matanzas. Allí comenzó a buscar trabajo.
Al pasar por una Pastelería vio un letrero que decía:-Se necesita ayudante.
Valentín entro pregunto por el dueño y de pronto de la cocina apareció una hermosa mujer, la clásica Camagüeyana, de piel muy blanca pelo negro y ojos color de la noche, aunque tenía 30 años su hermosura competía con las muchachas del barrio y causaba envidia, por la hermosura de su cuerpo y su encanto que traía a los hombres del barrio loco tras ella.
Valentín se quito la boina (que nunca abandono), y le pregunto.
-Señora, vengo por el empleo, quisiera ver a el dueño.
-Yo soy el dueño mi marido murió y quede yo al frente del negocio. Mi nombre es Aurora.
Los ojos de Valentín se iluminaron, ella sonrió y le dijo.
-Sabes hacer pasteles?
-No. pero aprendo.
-Entonces estas contratado.
Claro que a la viuda no le disgustaba el joven, por eso Valentín consiguió trabajo tan rápido.
Así comenzó la amistad entre el alumno y su profesora, la dulcería de aurora era famosa en toda Matanzas y a ella le llegaban pedidos para bodas hasta de la Habana. Su fortuna era modesta y Valentín no escatimaba en esforzarse para trabajar y apórtale ideas a Aurora ya Valentín había inventado recetas para pasteles y el más solicitado era una panetela creada por él a la cual le puso Aurora. Todavía se conoce ese dulce tan especial y tan sabroso y recuerdo que en la Gran Vía las vendían.
La amistad entre Valentín y Aurora paso a un sentimiento de atracción mutua, y un día Valentín le propuso matrimonio a lo cual ella acepto y la boda se celebro un domingo, en la Catedral.
La alta sociedad Matancera se dio cita, hasta el alcalde fue y la fiesta duro hasta la mañana siguiente, el pastel de boda era inmenso y se hizo con la receta de Valentín. Claro ya la pastelería era grande y tenía más empleados ya se había convertido en una dulcería-cafetería. Y Valentín como siempre ayudando a todos los emigrantes había contratado dos Pasteleros uno Francés y un paisano de él. También tenían una negra ya vieja pero maestra en hacer dulces caseros Cacha, ella era la que hacia los postres y por eso el lugar fue creciendo, podías des gustar una deliciosa panetela Francesa o un típico Boniatillo. Había para todos los gustos y presupuestos. Pasaron los años y nacieron dos hijos. Pascual y Rafael.
Estos dos rapaces crecieron en la dulcería y aprendieron el oficio de los padres al ser hombres Valentín los financio y mando, uno para la Habana y otro para Santiago y Abrieron dos sucursales en dichas provincias.Un dia Valentín le dijo a Aurora. – Es hora de buscarle un nombre a nuestras dulcería ya son 4 en toda Cuba y me están embullando para abrir una en Miami, de Pronto mando a Rafael que es el más avispado para allá.
Aurora le dijo.
-Todo lo que somos te lo debemos a ti, escoge tu el nombre.
-Valentín la miro y le dijo.
-Se llamara. “La Gran…..Aurora”.
Aquella compañía pastelera siguió creciendo y hasta Madrid llego La Gran Aurora.
Años después Aurora fallece debido a una dolorosa enfermedad. Valentín quedo muy triste y se decía, que era tan grande el amor que sentía por ella que no iba a salir de su pena. Pero sus nietos que ya eran adolescentes , lo animaron ya que querían ser pasteleros como su abuelo y que mejor maestro que el .
Valentín realizo el sueño de su vida y puso una sucursal en Oviedo donde al frente estaba su hermana Herminia y su hijo por quien Valentín sentía un profundo cariño.
Un día llegaron a su oficina unos señores..Le explicaron a Don Valentín que ellos eran Banqueros y querían asociarse con él.
Don Valentín Asturiano al fin mando por Pascual y a la mañana siguiente fueron al banco, allá estaban los tres señores esperándolo.
-Mire don Valentín. Nosotros queremos asociarnos con usted aportando un Capital para poder hacer una línea de pastelerías en todo el Mundo.
Valentín miro a Pascual y este acento con la cabeza.
-Bueno sea. Dijo Don Valentín. Pero cuando quiera me retiro de la asociación. Los Banqueros estuvieron de acuerdo.
La secretaria, le entrega un documento. Y Valentín le dice. –Que es esto?
El contrato, Don Valentín, el contrato con nuestro banco.
Valentín, aspiro su Habano, soltó una larga bocanada de humo, los miro fijo y les contesto.
-Lo siento señores pero yo no sé leer ni escribir.
Hubo un silencio sepulcral. Hasta que una carcajada invadió todo el local...de pronto...silencio, ya que se dieron cuenta que no era broma, Don Valentín hablaba en serio.
Se miraron entre ellos, y uno rompió el silencio.
-Don Valentín si usted siendo Analfabeto ha llegado a donde ha llegado.
Que sería usted si supiera leer y escribir?
Don Valentín lo miro fijo y le respondió.
-Fuera mensajero de una Botica en Carlos Rojas.
2 comentarios:
Muy bonita historia de amor. Y que moraleja de final.
Gladys
Coño Herminio, que chevere. La leí., me encantó....¿En que descanso o instante de esta vida me contaste esta historia que anda patinando repetidas veces en mi memoria...? Que chevere que publiques tus cuentos en este maravilloso blog de enseñanza , de cubania y pasión.
Se te quiere mucho a pesar de estar muy de acuerdo con el ostracismo del cigarrillo amante tuyo.-
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