Bejuco ubí
Quien visite la región oriental de Cuba y no se tome una botella de pru, una refrescante bebida que dicen tiene bondades afrodisíacas, se sentirá tan frustrado como el que viaje a Río de Janeiro y no suba la enorme ladera que se detiene en el Cristo Corcovado.
Porque el pru oriental es el cuño de presentación de esa zona de la Isla, en la que se percibe la influencia de la cultura francesa y haitiana.
En el período comprendido entre los años 1790 y 1868 se produjo la inserción de la inmigración haitiana y francesa, tras la Revolución que bajo el liderazgo de Toussaint Louverture hizo que muchos de los adinerados galos residentes en la vecina isla decidieran tomar sus bártulos y viajar hasta las montañas orientales.
Es innegable su influencia en este país en las diversas ramas del arte nacional cubano. Así, la observamos en la definición de un arte propio, muy en especial en la música y las artes plásticas.
Con los terratenientes blancos, llegaron también los esclavos y libertos africanos, a los que se consideraban además franceses, pues ya habían vivido un proceso de transculturación, incluso en el lenguaje, que devino creole.
Se asentaron los franceses y sus dotes de esclavos en la región oriental porque en este lugar las tierras poseían precios baratos, debido al crecimiento económico de la industria del azúcar en la parte occidental de la Isla. Las montañas orientales se poblaron de cafetales y algodón, que eran los principales productos que manejaban en Haití para la exportación.
Y con estos negros haitianos llegó el pru a Cuba, una bebida fermentada extraída de una raíz de la planta denominada bejuco ubí del África (conocido como indio o lenero) envasada en una botella pequeña, con su espumoso y frío líquido de color champaña.
Pero el pru posee otros ingredientes. Por ejemplo, en Songo La Maya, localidad perteneciente a Santiago de Cuba, esa bebida se ingiere como en La Habana, la soda de cola o naranja, tiene otros elementos naturales, lo que lo hace muy típico.
Para hacer un sabroso pru, tomando como base el bejuco ubí, hay que añadirle jaboncillo, hojas de pimienta, jengibre, raíz china, canela en rama y azúcar cruda.
Hay algunas tradiciones en el oriente cubano que recomiendan agregarle a esa poción la raíz de la palma real y retoños de pino durante la cocción.
En el proceso de elaboración, después de refrescar el cocimiento, se endulza, y, a gusto del consumidor, se le agrega aguardiente, se coloca en frascos herméticos bajo tierra y se le deja reposar durante tres días. Luego que se desentierra, se cuela, se envasa en botellas de cristal y se introduce hojas de caña santa en los recipientes.
Según cuenta la tradición oral de los haitianos actuales residentes en la Mayor de las Antillas, al igual de ser muy refrescante, esta poción posee propiedades medicinales, pues produce efectos hipotensivos, depurativos y diuréticas. El pru les daba fuerzas para realizar las duras faenas agrícolas, les animaba el espíritu y les curaba enfermedades.
Muchas son las huellas de los franceses y haitianos en Cuba, desde la tumba francesa, baile de salón que los negros transculturaron, hasta su religión. Pero, sin duda, una de las costumbres preferidas por los cubanos de todas las épocas es el pru oriental, ahora ya virtualmente extendido en todo el país.
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